No es el aborto un tema que me apasione. Pero en virtud de la reciente polémica paso a exponer una reflexión atrasada. Todo surgió cuando escuché por primera vez la expresión «derecho al aborto».
El aborto no es un derecho. Es un ejercicio de libertad individual que no debe ser penalizado. Muchos hallarán en semejante afirmación dos conceptos sinónimos, si es un ejercicio de liberad individual que no debe ser penalizado, es un derecho a ejercer esa libertad. Pero hay un matiz que la reciente polémica ha hecho aflorar.
Yo soy de la época en la que se luchaba porque las legislaciones «despenalizaran» el aborto. Se hacían manifestaciones y referendums para que la sociedad dirimiese, no la existencia o no de una vida, sino la total absolución de quien acabase con ella, pues hasta la fecha, las mujeres veían seriamente amenazada su libertad individual de decidir en legislaciones que podían acabar con sus huesos en la cárcel.
Así fue como el aborto logró en nuestros países europeos ser un ejercicio de libertad individual de la mujer. El debate, repito intentaba alejarse de las disquisiciones sobre la existencia de una vida, a partir de cuánto tiempo, si desde el principio, si desde las tantas semanas…
Convertir el aborto en un derecho implicaba un pequeño salto mental. Equipararlo a la carta de derechos suponía alejar más aún cualquier reflexión sobre el concepto de la vida creada…
Y en esas estábamos cuando la reciente polémica acaba de salpicar a la actualidad política de un año, además, electoral… Según tengo entendido todo ha surgido porque una comunidad autónoma ha sugerido que en la decisión se tenga acceso a conocer detalles sobre el estado de esa «vida». La «libre elección no penalizada» de la mujer se mantiene, pero ha resultado escandaloso para un amplio sector, que esa mujer tenga acceso previo a una reflexión más informada al respecto.
En este punto es donde los defensores del «derecho» han mostrado su aversión a la «libre elección». Y ha surgido la verdadera dicotomía subyacente: no eran sinónimos.
El fondo de la cuestión es aún más profundo: la ideología gobernante es muy alérgica a las libres elecciones individuales en realidad. En mil y una facetas del día a día interpreta a la población como «sujetos educables» (hasta presumen del concepto «ingeniería social») y el aborto no es una excepción. En realidad interpretan que si una joven es informada del estado de su embrión puede ejercerse sobre ella una presión que desemboque en su renuncia al aborto. Sí, es cierto que puede ocurrir. La misma presión que puede haber recibido en el sentido contrario. La clave está en respetar por encima de todas las cosas ese tesoro inigualable de nuestras sociedades: la libertad individual. Dichosa manía de considerarnos seres influenciables en lugar de seres de pleno discurrir.
Sólo quien teme tanto a la libertad individual tiene tan poca fe en ella.