Hablar de feminismo en los tiempos que corren remite a una elección entre dos objetos: la balanza o el péndulo. En ambos existe un punto que representa el equilibrio, pero la forma de obtenerlo es bien distinta. El 8 de marzo de hace tres años, fecha elegida para reivindicar en la calle la igualdad de mujeres y hombres, unas manifestantes decidieron expulsar a otras de la concentración por discrepancias con su perspectiva. La virulencia con la que acometieron la exclusión, lanzamiento mediante de botellas con orín, dejó inaugurada simbólicamente en el país la era del feminismo pendular, o feminismo del orín.

Desde entonces no ha resultado fácil hablar de feminismo. Para completar la descripción de la era del orín cabe recordar que no fue un incidente aislado de personas exaltadas sin modales que no representaban a la mayoría. El ministro del Interior aseguró que la presencia de las posteriormente expulsadas resultaba incómoda en una manifestación por la igualdad de las mujeres, y literalmente la comparó con ”gasolina”, invitando con ello, a unas a no asistir, y probablemente a otras a creerse en la legitimidad de expulsarlas. La corriente era -y es- toda una posición política abanderada por muchos.

El feminismo pendular, ayudado así por el poder gubernamental, terminó de expandirse, dando paso a una era inquisitorial donde el último mono se creía en el derecho de preguntarle a cualquiera si era feminista, bajo la atenta mirada del que busca una respuesta inmediata so pena de proceder a un rechazo todavía más veloz.

Sin embargo, el feminismo pendular y el feminismo balanza han coexistido a lo largo de la historia adoptando diferentes formas y teniendo diferentes portavoces. Nada es tan especial, ni tan exclusivo de una época, aunque es cierto que, desde el incidente del orín, el feminismo pendular entró en una era demasiado sorda y demasiado agresiva a la que muchas mujeres hemos temido. Es obligación del feminismo balanza no sucumbir ante esta tiranía y seguir exponiendo las razones por las que se puede optar por otro camino para la igualdad entre mujeres y hombres.

¿Pero qué es el feminismo pendular? El feminismo pendular es aquel que considera legítimo excederse en la desigualdad a favor de las mujeres para compensar la desigualdad histórica a favor de los hombres. ”Tantos años, tantos siglos haciendo leyes y estructurando la sociedad a favor de los hombres disculpan ahora hacer leyes que favorezcan a las mujeres y vuelquen todo el peso de la sociedad sobre ellas. El desequilibro ha sido tan grande en un sentido, que un movimiento pendular en el contrario es un ejercicio mínimo comparado con el periodo de la tendencia opuesta”.

Y en esa perspectiva, el movimiento pendular reconoce que puede haber leyes que favorezcan a un género sobre otro. Se llama discriminación positiva. No es nueva, ya peina canas, y está llena de ejemplos. Hay cuotas para estudiantes que desigualan la posibilidad de obtener plazas en determinadas formaciones académicas en función de lo que tengan en la entrepierna, hay descuentos fiscales que hacen pagar a unos seres humanos más o menos tasas según posean o carezcan de apéndice colgante para la actividad urinaria… hay un sinfín de formulaciones pero en los últimos años el feminismo pendular introdujo una muy especial: las sanciones de los delitos.

No entiende el movimiento pendular que castigar un mismo delito con diferentes penas en función del género es pasarse de mucha frenada para la perspectiva del feminismo balanza. Porque todo el debate gira en torno a ese salto cualitativo. Toda la oposición al feminismo urinario pivota sobre ese eje.

El feminismo balanza es un feminismo lento. Porque el equilibrio se obtiene poniendo el mismo peso en ambos platillos, reivindicando las mismas condiciones para hombres que para mujeres, y negando con ello el espíritu de la discriminación positiva. El feminismo balanza no es nuevo ni residual y merece un respeto mayúsculo por sus muchos logros históricos. A él se debe la igualdad de voto, de acceso universitario, de derechos civiles relacionadas con herencias, divorcios, tutelas, actividades financieras etcétera, etcétera.

Recordar la diferencia entre feminismo pendular y feminismo balanza pudiera parecer hasta ruborizarte si no fuera por este último detalle: el castigo de delitos en el código penal. Asumir que un hombre sea condenado a más años de cárcel por matar a su pareja que si el asesinato se produce a la inversa es un salto de gigante en la discriminación positiva. El principio se aplica a todo lo relacionado con ello, ya sean diferentes penas por asesinato, diferentes penas por violación, diferentes penas por agresión, y hasta diferentes subvenciones a los niños huérfanos, tengo entendido, en función del género del progenitor asesinado.

El feminismo del orín justifica una diferencia en el código penal de ese calibre en base a un concepto: la intención del asesinato, más que el asesinato en si. Le llaman “violencia de género” porque atribuye una intencionalidad extra al crimen. No es violencia doméstica, ni violencia asesina, ni violencia entre seres humanos… tiene que ser otra cosa, para que tenga otra pena. Y a partir de este punto tiranizan todo el debate: si reclamas igualdad de penas, niegas la violencia de género.

Porque ése es el principal eslogan que recorre este país. Los orinadores han decidido que un cuestionamiento al péndulo es negar la violencia de género y catalogan con esa cruzada a todo el que se le cruce por delante. Han convertido la discriminación positiva en una obviedad, negando el debate de su naturaleza, y responden a cualquier reproche acusando a su interlocutor de “negacionista” de la violencia de género.

Pero, por más vueltas que le den al lenguaje, afirmar que existe violencia ejercida hacia las mujeres no implica justificar las diferencias en el código penal por asesinato, violación o agresión. Reclamar un mismo código para toda violencia, no es negar la violencia hacia las mujeres, ni desear que no se castigue.

Ampliar la explicación en este sentido no sería más que gastar líneas en la comprensión de un concepto bastante sencillo en realidad. Sólo la ceguera del orín necesita tantas explicaciones para comprender que su postura ha sido tirana, inquisitorial, simplificadora y sobre todo monopolizadora de un movimiento, el feminista, que tiene posturas que merecen…¡y exigen! respeto.

Esta reflexión concluye mirando hacia el futuro de manera agridulce. Al contrario que la tendencia meada, el feminismo balanza tiende a reconocer logros al pendular. Pero lo que un día fue una tolerancia hacia el concepto de discriminación positiva, hoy se ha convertido en un temor. Temor a que los excesos cometidos en su nombre hagan pendular el rechazo al feminismo de manera generalizada. Es lo que tienen los péndulos, señores…

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