Habré visto yo demasiadas películas como Gandhi o La lista de Schindler, donde la heroicidad emerge a flor de piel, pero me parecía a mí que esa cosa llamada ideales y sentido de la justicia era un interruptor intrínseco al líder que le conectaba con su conciencia de inmediato para luchar contra la tiranía. No se me borra de la cabeza aquel Mahatma quemando unas cartillas en una pira mientras oficiales del imperio le vareaban más que a un almendro.

Sin embargo el profesor Gabilondo necesitó una hora, sesenta santos minutos, para saber que debía levantarse de aquel debate en nombre de los ideales y gestos simbólicos… Aquella mañana de abril de aquel encuentro radiado, cuando la una le dijo al otro que condenaba toda violencia pero que de él no se creía nada…ese invitado de piedra se quedó tranquilamente sentado en su butaca, un episodio que ha pasado bastante desapercibido, pero que es simbólico en sí mismo, qué paradoja. No saltó como Mahatma, Gregory Peck en su ruiseñor, el Depardiu de Novecento, Espartaco, Hipatia en Ágora, y hasta Braveheart. No.

Mientras el señor Iglesias, que ha visto las mismas películas que yo, traía de casa muy bien estudiado el guión, al profesor sólo le quedaba un único recurso: tener criterio propio. Pero allí se estuvo arrepanchingado hasta que una voz del más allá le debió llamar y decir “¿Que haces ahí Ángel? ¡Levántate y anda!”. Y aquel Lázaro intelectual se levantó y anduvo.

Hago referencia al cine por no presumir de educación y sonar petulante al atribuir al mundo de la enseñanza los referentes que forjaron a algunos de mi generación. Y es que el origen académico de “el profesor” Gabilondo es otro detalle a tener en cuenta. Porque lo cierto es que fue en la escuela donde aprendí esa historia del simbolismo en política, rociado con un lenguaje -quizás revisable- que hablaba de cosas como la integridad, los ideales, la decencia, la resistencia a la injusticia…(Sólo la universidad posterior y unas cuantas asignaturas de opinión pública me harían percibir otra realidad sobre estas campañas publicitarias que hoy nos rigen). Pero hasta entonces, era en la figura de los profesores donde recaían los modelos que después hacían apreciar películas como las de Gandhi o Mandela. Son los grandes educadores de la humanidad los que han forjado este espíritu quijotesco: desde Séneca a Unamuno, pasando por una larga, larga, larga lista… en la que desde luego no está el profesor Gabilondo.

Ese autodenominado “sosoman”, que la agencia de publicidad PSOE.S.L presenta a las elecciones madrileñas como el hombre íntegro y preparado, ajeno a los regoldos y flatulencias de la baja política, no ha hecho otra cosa más que comportarse como todos en la industria de Iván el terrible, asesor político Redondo: una marioneta más, vacía al servicio de lo que toca, cuando toca. Pobre Iván, cuanto mayor es su imperio publicitario, menos probabilidades va teniendo de que sus robotos piensen por sí mismos en situaciones claves como las de aquella mesa, en aquella radio, aquella mañana de abril. Qué bonito hubiera sido para Iván que el señor Gabilondo se levantara, como en el Club de los poetas muertos (uy…no me voy a cebar con el título), y gritara ¡oh capitán mi capitán! al instante en que Iglesias abandonaba la sala.

A menos claro, que al profesor Gabiondo lo sucedido no le pareciera esa lucha del bien contra el mal que le vendía la agencia publicitaria Podemos.S.L. Pero entonces le hubiera tocado un alegato contra las pantomimas, sobreactuaciones y operetas varias que tampoco le vino a la mente. Es lo que tiene, Iván, la robotización de tu imperio, que el carisma se te escapa de las manos. (Descuida, ya sabemos que te sale a cuenta).

Y así, a falta de una revisión de los ideales, al menos urge una revisión de las películas. Encontrarán también allí aquellas donde los malos desinfectaban los lugares por los que habían pasado los buenos. Obras que sin duda no han visto estos fuñigadores de la cordura que hoy actúan lejía en mano tras los mítines de Vox sin que el Profesor Gabilondo y compañía pongan el grito en el cielo.

Jornada de reflexión. La hora de Gabilondo no debe hacernos olvidar la hora de Más Madrid… que tampoco tardó menos.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s