Dejando las “nuances” para el final, el conflicto catalán tiene fácil salida: un referéndum inicial en el conjunto del Estado sobre el modelo territorial, y un segundo y tercer referéndums llevados a cabo a la par, el mismo día y a la misma hora, en Cataluña y en el resto de España, bajo la misma pregunta: ¿desea que Cataluña pertenezca al Estado español?

Y en el siguiente planteamiento radica el verdadero progreso por el que nadie aboga, ni nadie es capaz de asumir: si una sola de las dos respuestas es NO, Cataluña sale ipso facto del Estado español. Si ambas responden SÍ, continúan su camino sobre el modelo territorial electo en el primer referéndum, ya sin dudas y sin reproches.

Reivindicar la palabra “progreso” en esta propuesta alude al falso impulso democrático que todas las partes han demostrado hasta la fecha. La referencia al progreso en el encabezado de esta reflexión no es tanto un alarde de exclusividad como una denuncia a las demás opciones. El sector conservador español no ha admitido hasta ahora que un NO manifestado únicamente en territorio catalán derive en la separación, y el sector independentista catalán y sobretodo neocomunista español (que hoy en día se hace llamar progresista), tampoco ha aceptado hasta ahora preguntar al resto del Estado sobre el modelo territorial que desea, y mucho menos que esto pudiera derivar en un divorcio solicitado por el cónyuge menos pensado.

El conflicto tiene una fácil solución, pero a todos los citados gusta complicarla por no admitir una primera consulta sobre el modelo territorial. La expresión “sí, pero no así” es un manto que ha cubierto toda esta maraña en la que nadie quiere -pareciera que a propósito- ver la luz. El independentismo catalán unilateral alega haber llegado al unilaterialismo porque quisieron pertenecer a España un día, “sí, pero no así” y por eso ya no quieren. El independentismo no unilateral desea seguir negociando para irse “sí, pero no así” (unilateralmente) o quedarse “sí, pero no así” si España sigue teniendo Rey y ellos siguen sin más autogobierno. El neocomunismo español de Psoemos no desea que el matrimonio se divorcie, desea su permanencia “sí, pero no así” porque necesita construir una España antifascista e identifica el autogobierno catalán con la lucha contra el franquismo. Y el polo opuesto por su lado también desea que Cataluña se quede, “sí, pero no así”, sino con las mismas o menos competencias.

Y, “así”, todos los debates que se han producido al respecto, incluidos aquellos que contemplan referéndums directos, adolecen del “sí, pero no así”, enredados en miles de variables de cómo sería el “así”. Por ejemplo, recordemos los debates del Proçes sobre las opciones del referéndum enmarañadas en el “así”: deseamos quedarnos si tenemos más autogobierno, si nos respetan el último estatuto, deseamos irnos si no se hace una confederación, irnos hagan lo que hagan, quedarnos si nos echan de Europa, irnos aunque nos echen de Europa… Miles de dudas y dudas por no tener claro el “así”.

De modo que impera la necesidad de un primer referéndum sobre el modelo territorial para que todos sepan a qué atenerse si en el segundo referéndum escogen irse/quedarse (catalanes) o construir un Estado con Cataluña o sin ella (el resto de España).

Para terminar de ilustrar la idea, poniéndonos en los extremos, pudiera ocurrir que el resultado del primer referéndum determinara el fin de las autonomías y la configuración de un estado centralizado. En ese caso, los catalanes votarían en el segundo referéndum sabiendo que, de quedarse, se quedaban en un Estado “así”. Igualmente también pudiera pasar que el primer referéndum eligiese mantener el estado autonómico, o incluso construir uno más federal aún, y que los españoles escogieran en el segundo referéndum hacerlo así, sí, pero sin Cataluña, votando NO a la pertenencia de ésta en ese nuevo Estado (recordar que la segunda-tercera consulta se hacía a la par en Cataluña y el resto de España, acordando su separación en el caso de que cualquiera de las dos partes votara que NO).

Hacer una consulta directa sobre el modelo territorial es la verdadera solución de progreso al conflicto catalán. Y pudiera deparar muchas sorpresas para todos, incluyendo quien escribe. Aquellos que pensamos que el resto del Estado no desea ni federalismo, ni siquiera el actual sistema autonómico, pudiéramos llevarnos una gran sorpresa (por fortuna algunos hemos tenido la suerte de recibir una educación basada en dudar incluso de las más profundas convicciones). De la misma manera, aquellos que tan torticeramente identifican progreso con el federalismo como única opción, pudieran también llevarse una sorpresa si tuvieran el coraje de preguntar de manera directa a los españoles en qué forma desean compartir Estado.

No hay nada más progresista que estas tres consultas… y un funeral (lo del funeral es una licencia propia en previsión del resultado, pero quién sabe…) Al menos hasta la fecha cuesta encontrar una propuesta que haya igualado en PROGRESO la realización de una consulta directa sobre el modelo territorial. Nunca se ha dado tal en el país. Y no abogar por ella habla del verdadero conservadurismo-autoritarismo-conformismo de la mal llamada izquierda (que se llena la boca de los defectos de la Constitución del 78 y no enmienda ninguno).

Es una pena la reducida distancia de miras que les tiene obcecados con identificar la lucha por la “libertad” catalana con una lucha contra el franquismo español. Esta obsesión errónea les desvía de todos sus valores originales que tenían que ver con la democracia directa, la justicia de la voluntad popular, la promoción de la igualdad a todos los niveles, etc, etc. El principal reproche a la Constitución del 78 es haber metido a un puñado de referendums en uno sólo. Hubiese sido mucho más honesto y progresista haber preguntado de forma directa y por separado a los españoles si querían tener monarquía/república, laicismo/confesionalidad, autonomías/centralismo… Si no fue un error entonces, por ese paternalismo del “España no estaba preparada” para tanta “reflexión”, si no fue un error entonces…sin duda es un error ahora. Pretender solucionar el problema catalán imponiendo de manera representativa un modelo de Estado en constante tensión, es anclar al país a la polarización, a la discordia y al enquistamiento. Preguntar de manera directa al conjunto, no sólo es más justo y avanzado, sino que liberaría tensión. La solución, fuese la que fuese, sería la del “vecino” más el “vecino”, más el “vecino”, no la de la “banda” del Parlamento sobre la que hay una desafección que debiera preocupar a más de uno.

Finalmente, una última lanza en favor de la consulta directa frente al famoso “diálogo”. (Diálogo sí, pero entre los ciudadanos y una urna, no en despachos “representativos” donde se cocinan intereses y sillones). Anda el progreso vacuo de Psoemos bastante carente de ideas y muy sobrado de forofeo. Venden su (falsa) legitimidad para abanderar a la izquierda en una cosa que denominan diálogo y que ni ellos saben qué es. La palabra venden está aquí empleada con toda la intención del mundo, porque su solución de progreso no consiste en el diálogo. Quieren decir diálogo, pero en realidad se llama comercio.

Parecen (o simulan) no entenderlo, pero lo que hacen con Cataluña es puro comercio. Resulta difícil explicar esto al foro-feo porque es un foro que ha perdido mucho hábito en el debate racional de ideas. Quizás lo captaran un poco mejor en un zoco marroquí, donde te piden cuatro veces el valor de algo para que te vayas feliz por haber pagado simplemente el doble. Se llama comercio y no tiene por qué ser malo. La historia de la humanidad está llena de él, también las relaciones internacionales. A veces, hay que comerciar, incluso en la política representativa. Pero las relaciones internacionales y la política también hablan de esas veces en las que hay que dejar de comerciar. Simplemente porque el comercio ha dejado de ser justo. O en este caso porque es más progresista construir un conjunto donde todos opinen cómo, cuánto y con quién quieren negociar sus relaciones de IGUALDAD.

Un comentario en “Tres consultas y un funeral, la solución de progreso al problema catalán

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