Andaba yo preguntándome qué diría la tercera internacional si levantara la cabeza y viera el comunismo adolescente que se practica en el S.XXI, cuando ha tenido que venir el ejército zapatista a recordarme que no ha muerto, que todavía queda algo del de a deverás, como dicen por allá del «mero mero».

Sin profundizar en los detalles de la primera, la segunda y la tercera internacional, e incluso todos los concilios posteriores (con ese término, concilio, porque el comunismo se asemeja mucho a la iglesia en sus cumbres doctrinarias, defensas y escisiones de la fe…) había convenido yo que esta ideología buscaba el verdadero hombre nuevo, que había de ser igual a sus semejantes hasta el infinito y más allá, sin límites y sin fronteras.

Pero claro, un planteamiento tan ambicioso tiene siempre dos caras: la amable de los derechos (al trabajo universal, al sustento universal, al acceso a la cultura, educación, sanidad universales…), pero también las obligaciones, que suelen tener que ver con la igualdad legal, la igualdad en la contribución a las necesidades del Estado… y con frecuencia el sometimiento a un mando único o dirección final que controla los posibles desmanes de esa búsqueda de la igualdad.

Fue por aquel entonces cuando el comunismo se volvió imperialista («internacionalista» según su jerga), en el mejor sentido de la palabra, que resume aquellas iniciativas en la historia de la humanidad que pretenden unificar legalmente un grupo cada vez más amplio y cada vez más creciente de ciudadanos. Desde Genghis Khan, a la Unión Europea, pasando por el imperio Romano, la ley de indias española, Napoleón, la Commonwealth… y la Unión Soviética.

Con todos los matices de los éxitos y fracasos de tan variados intentos de cristalizar una uniformidad legal, fiscal y política, el comunismo era a priori incompatible con el ejercicio de la singularidad. De la diferencia. De la excepción. El hombre nuevo que tiende hacia la igualdad plena no puede estar sometido a una mayor o menor carga fiscal si pasa una frontera, sus delitos no pueden estar penados de forma radicalmente distinta si cruza un rio, los servicios públicos a los que tiene acceso no pueden mermarse o multiplicarse en función de las prioridades de un gobierno local, la educación que recibe no puede variar a este o el otro lado del muro…

En definitiva, el comunismo es radicalmente opuesto al nacionalismo.

Pero en algún momento se jodió el Perú. Y en algún cisma doctrinario que me perdí, los comunistas se rindieron a las pasiones nacionalistas del siglo diecinueve y entraron en el veintiuno convertidos en los más singulares defensores de la más remota diferencia. La carne es débil y la emoción identitaria es, como su nombre indica, eso: muy emocionante.
Y así fue como el comunismo retrocedió en racionalidad y madurez y se convirtió en un adolescente inseguro ante un espejo, incapaz de relacionarse con los demás si no es jaleado y mil veces reforzado en su singularidad. Este niño imberbe de mil complejos, sólo sale a la calle bajo una premisa muy burguesa: ser especial, en vez de ser uno más.
Los ejemplos son múltiples y variados. Yo creía que incluso exclusivos, porque miro a mi alrededor y no veo a ningún comunista que no defienda una frontera medieval, una escisión de un todo, un ensalzamiento del día en que tuvimos/tengamos una frontera propia, unos impuestos propios, una ley propia, unos servicios propios..

Yo creía que no quedaban mohicanos de la tercera internacional cuando ha venido el ejército zapatista a sacarle los colores al adolescente López…¡y Obrador! Porque el adolescente López tiene hasta un segundo apellido imperialista.

Anda el adolescente López empeñado en fiar su supervivencia política a la lucha contra un imperio que ya no existe (y que cuando existió, no sólo le dio sus apellidos, sino toda la estructura desde la que hoy reclama el reconocimiento a la belleza de sus granos frente al espejo).

No sólo elude la responsabilidad individual de un pueblo que lleva más de 200 años siendo dueño de su destino (hay que ver, con lo que hizo Lenin en un momento), sino que realmente se considera portavoz de toda la sociedad mexicana cuando culpa de sus fracasos a una civilización anterior.

Toda la desigualdad económica y social de México se debe al mantenimiento de las jerarquías coloniales occidentales…. Alma cándida. Cómo disfrutaría yo viendo al adolescente López ascender en la escala social del azteca Cuauhtémoc.
Me había desilusionado de que el adolescente López y sus acólitos salieran del espejo, bajaran a la calle y se metieran al vagón del metro de la historia de la humanidad, donde quien más y quien menos ha sido colonizado por alguien (¡vivan los romanos!). Pero me chirriaba tan sólo un detalle de esa «autohistoria», que por otro lado todo el mundo tiene derecho a contarse mientras deje en paz a los demás.

Un pequeño detalle resumido en una imagen: ¿realmente aquella indígena que vende sus artesanías para sobrevivir en un puesto callejero achaca sus dificultades para llegar a fin de mes al imperio español? ¿Si tu hablas con ella y te cuenta de sus anhelos y luchas de supervivencia, te dirá que finalmente el señor López ha dado con la clave de su existencia, y es voz de su alma y corazón oprimidos?

¿O es el señor López voz de un alma muy occidentalizada, heredera de ese cisma comunista que me perdí donde se jodió el Perú?

Me quedaba esa duda, y jamás pensé que viniera el ejército zapatista de liberación a resolvérmela.

https://www.abc.es/internacional/abci-ezln-no-cree-espana-deba-disculparse-conquista-como-exige-lopez-obrador-202010061757_noticia.html?fbclid=IwAR3zK36DIz3OVrOekqV0lHDtNqObevU2GVYrEBSFYO0Unl9Jz8TL-wWm5Po

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