Del término fofo en castellano y portugués, el fofinhismo es la ideología reinante del S.XXI comprendida como el imperio emocional de lo blandito. Un movimiento implacable y feroz que todo lo impregna, nada transige y cada vez menos comprende. Una dictadura dialéctica que somete ante el altar fofinho a cualquier razonamiento, a quien doblega y obliga a genuflexiones y alabanzas antes de iniciar cualquier exposición, forzosamente precedida bajo el mantra “me parece más constructivo”. (Porque fofar también significa en portugués, entre otras cosas, emitir flatulencia).

El fofinhismo es un movimiento que ha ascendido a la categoría de ideología porque empapa cualquier análisis sobre la estructura y opciones de una sociedad. Apremia su conceptualización y conciencia por las -tan tangibles como invisibles- consecuencias que supone. Básicamente consiste en valorar las emociones asociadas a la expresión de cualquier idea política y legitimar exclusivamente aquellas consideradas fofas, o blanditas.

Los fofinhistas dividen a la sociedad entre los «bad emotionated guys» y la «well balanced people». O, en román paladin, la gente equilibrada emocionalmente y los, por oposición, desequilibrados emocionales. Aunque el término desequilibrado no forma parte del lenguaje fofinho, que acostumbra a catalogaciones como “violentos”, “agresivos, “intolerantes”… y una extensa lista que seguro aflora en la mente del lector, pero que tiene un denominador común, las emociones, los sentimientos, el aspecto no racional.

Y así, el fofinhismo ya no rebate o expone argumentos, no analiza líneas ideológicas, principios fundamentales sobre los que se cimienta la sociedad, no teoriza sobre los pros y los contras de unas medidas u otras…solamente determina si tal o cual posicionamiento es emocionalmente correcto o está emocionalmente bien expuesto. Pero de una manera categórica, tajante e inmediata. Porque el fofinhismo ha superado con creces la dicotomía de la forma y el fondo.
Hasta ahora todo lo expuesto pudiera enmarcarse en el histórico y largamente analizado debate entre el fondo y la forma, y el fofinhismo podría resumirse como el imperio de la forma… si no fuera porque su naturaleza es tan absoluta e impositiva que ha conseguido aniquilar, disolver, borrar de la faz de la tierra, el fondo de las cosas. O, dicho de otra manera, se ha convertido en el fondo en si mismo.

El fofinhismo gusta por ello de decir que ya no existe la izquierda y la derecha, que estamos en una nueva era donde esas clasificaciones ya no son válidas… Como toda ideología que se precie, una estructura mental que aspira a analizar cualquier faceta de la sociedad, el fofinhismo niega o desacredita las otras ideologías, buena muestra de sus ambiciones, más allá de un movimiento pasajero e inofensivo. Sin embargo, no es cierto que la sociedad, las opciones políticas, la estructura de las comunidades, se haya desviado de los análisis del siglo S.XX. Nuestro mundo sigue regido por una mayor o menor intervención del Estado, por opciones económicas más liberales o más keynesianas, por la ambición de satisfacer de una mejor manera los principios de egalité, liberté… Por considerar que la defensa de la igualdad se consiga a través de un Estado que iguale a todos económicamente o no, por considerar prioritaria la defensa de las libertades civiles y/o económicas, por priorizar la igualdad ante la ley o no, por priorizar la libertad identitaria, fiscal, religiosa… Comunismo, neoliberalismo, keynesianismo, nacionalismo, conservadurismo, …todas las recetas están tan vigentes como antes. Aunque el fofinhismo eluda sus debates filtrándolas por el colador de las emociones.

Las consecuencias son peligrosas. El fofinhismo se ha convertido en el edulcorante del café, que son las ideologías clásicas, y así usted puede optar hoy por comunismo fofinho, socialismo fofinho, nacionalismo fofinho, feminismo fofinho… El problema sobreviene cuando muchas generaciones olvidan el sabor del café. Y ya no saben si están tomando colombiano, italiano, portugués… mientras reaccionan con muecas rápidas de primer sorbo al nivel de azúcar añadido.
Los ejemplos son múltiples y el fofinhismo copa el dia a dia de titulares, tertulias, debates parlamentarios… Cualquier político que exponga cualquier idea en un tono elevado será rápidamente reprendido por no utilizar unos modales emocionalmente aceptables. El fondo de sus ideas será radicalmente ignorado, caído en el olvido, desmerecedor de réplica alguna…mucho menos de intento de comprensión. Esto se produce en ambas direcciones del espectro ideológico. De izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Aunque es algo más practicado por la izquierda, que ha hecho mutar en gran medida su crónica superioridad moral por buscar la igualdad económica (que nunca ha alcanzado, ni cuando la dejan sola) en una superioridad emocional que cada vez le vuelve más intransigente e incapaz de argumentar y de exponer sus otrora valores y principios. Pero también la derecha se lanza por el tobogán del descrédito emocional y la facilidad de calificar a las medidas opuestas como un grupo de exaltados cuyas greñas son más fáciles de criticar que sus recetas.
Hasta al centro se le ve probar las mieles del fofinhismo cuando relega habituales temas que le caracterizan por la simplificación de abanderar equilibrio emocional. Por ejemplo abandonando la defensa de la igualdad ante la ley, tan vilipendiada a su diestra y su siniestra: los unos por someterla a sus discriminaciones positivas con minorías de todo tipo (económicas, identitarias…) para cuyo bienestar trastabillan la igualdad de las mayorías, los otros porque del concepto igualdad ante la ley sólo conocen aquella ley que les sea igual, que afiance su modelo de vida. Y allí donde el centro surgía en otras épocas como pilar de algunos principios que desde ambos lados se reconocían, ahora es más habitual ver a sus líderes asegurar al votante que el centro no es más que la superación de la guerra emocional entre rojos y azules.

Todos pasan por el aro de una ideología nada nueva, un virus que lleva lustros gestándose y que ha ocupado los rincones más recónditos de la asesoría política, que de una manera consciente o no, saca al «mercado» una oleada de expertos en fofinhismo incapaces de elaborar una idea y maestros en desacreditarlas todas con la bilbia del fofinhismo en la mano.
Porque el fofinhismo tiene su lenguaje. La crítica es una de sus perseguidas. Su caza de brujas particular, su inquisición consiste en destripar en vida esta práctica. La crítica es para el fofinhismo generalmente una exposición emocional alterada. Hasta el punto de exigirla conversión a la fe fofinha bajo el mantra de “crítica constructiva”… Como si la crítica fuera destructiva por naturaleza. Porque el fofinhismo, en efecto, es incapaz de analizar nada si no es por la simple dicotomía de lo «well or bad emocionated». Como si la historia de la cultura occidental no se hubiera construido sobre el pilar de la crítica. La bendita crítica y autocrítica, ésa tan añorada cuando se sale de las fronteras de Europa, ésa que se ha enfrentado a poderes autoritarios, ésa que dijo que la tierra no era llana y no nos íbamos a caer si la rodeábamos, ése método científico que nos ha llevado a la luna, que defendió la circulación de la sangre, que nos trajo la penicilina, el progreso tecnológico, esa crítica de los derechos civiles… Esa bendita cultura de refutar, señalar, afirmar con vehemencia, defender con pasión, simplemente oponerse con firmeza, a contracorriente… esa cultura que el fofinhismo quiere someter y amordazar.

…esa crítica que hoy sólo puede expresarse en bajito. Pero no es sólo una caricatura. El fofinhismo no es únicamente un modelo zen de relaciones humanas. Es el corazón del rechazo. El rechazo a personas que piensan diferente. Qué paradoja… Simplemente, cuando una idea nos es contraria decimos que pertenece a los «bad emotionated guys» y terminamos antes. Esa deriva puede hacerse por ignorancia o por maldad. ¿Resulta más cómodo no tener que conocer ideas que rebatan argumentos? ¿Es ignorancia? ¿O es un acto consciente de desacreditar al contrario? Esto no vale porque no es fofinho y ya. ¿Autoritarismo o ignorancia?

…¿ o las dos?Las consecuencias son graves, apuntan al corazón de la democracia. Cuando unos ciudadanos que votan a una opción política no son percibidos como legítimos defensores de una ideología, de un modelo de organización, sino como desequilibrados emocionales necesitados de una evolución mental…las consecuencias a largo plazo pueden ser muy negativas. Es curiosa la falta de empatía de los fofinhistas, tan fofos en lo de ponerse en lugar del otro y respetar todas las expresiones, y tan poco dados a intentar comprender por qué un conciudadano vota a una opción antagónica a la suya.

Un ejemplo paradigmático son los estadounidenses que votan a Trump. Según medio país y medio mundo (de la well emocionated people) los votantes de este señor son unos bad emocionated guys… En las habituales críticas al presidente norteamericano es poco frecuente encontrar reflexiones sobre por qué millones de personas optan por determinadas políticas, qué políticas concretas son esas y en última instancia la legitimidad de que una mayoría ciña sus fronteras, su economía y sus valores a su gusto, por muy antagónicas que sean esas opciones del ojo que las analiza. La democracia consiste en aceptar las decisiones mayoritarias, no en deslegitimarlas emocionalmente.

El fofinhismo es una máquina trituradora de legitimidades. Así, el diálogo con un fofinho puede resumirse con frecuencia en la siguiente secuencia:
-A está mal
-Eso es una crítica destructiva, necesitas mejorar tus emociones
-B es mejor que A
-Debes analizar tu agresividad hacia A
-Me parece más constructivo observar las ventajas de elegir B sobre las de elegir A
-Pero…pero… pero es que B es lo que eligen los bad emotionated guys!

Es un círculo que se cierra a si mismo, una tiranía intelectual con su origen y su perversión. Como muchas de las ideologías conocidas, el fofinhismo también bebe de corrientes científicas contemporáneas. Igual que el nazismo y los racismos totalitarios de la primera mitad del S.XX eran herederos del darwinismo social y las teorías de la “evolución” del hombre que les hacían buscar ese ser “mejorado”… el fofinhismo es hijo de la importancia de la estabilidad emocional relacionada con la medicina y la psicología. Los avances en la neurociencia y la influencia de las emociones en el bienestar holístico de los seres humanos son corrientes comprensibles y valorables… absolutamente desviadas cuando llevadas al ámbito político, en el mejor de los sentidos de la palabra política, que significa la racionalización sobre las diferentes formas de organizar un colectivo. No se construye una sociedad mejor solamente por utilizar un lenguaje y unas formas blanditas.

Otro ejemplo paradigmático reciente fue una reflexión difundida sobre la gestión de la pandemia por parte de las mujeres. En una inconsistente comparación de los países liderados por gobernantes femeninas se aseguraba que el equilibrio emocional atribuido a las féminas había conseguido frenar mejor los contagios en sus respectivos países. Este caso de feminismo fofinho no atribuía a las mujeres una mejor gestión racional, sino que era su naturaleza emocionalmente más equilibrada la responsable del éxito. Las consecuencias de presuponer a unos seres mejor emocionados que otros son devastadoras para la convivencia…

Y así, casi cualquier ideología se ha vuelto fofinha. El comunismo por ejemplo también se practica en su versión fofinha cuando relega la defensa de una estructura que acabe con las desigualdades económicas a la lucha contra el fascismo y evitar el triunfo de unos malos muy malos y muy mal emocionados.

El nacionalismo igualmente se ha vuelto fofinho y ahora el enemigo de la cultura ajena que todo nacionalismo necesita para reivindicarse ya no es solamente una cultura diferente, peor, colonial, atrasada o todos los tópicos anteriores: que si son más guarros, que si son más pobres, que si son más ricos, que si más educados, que si no tienen educación, que si tienen historia, que si no la tienen, que si su pasado es sangriento, que si no lo es… ahora el otro es un bad emotionated guy que tiene mucho que evolucionar emocionalmente.

El populismo, la receta fácil, tan atractiva como casi siempre fracasada, también se ha impregnado de fofinhismo. Y ahora no vamos a salir de este bache convertidos en una potencia económica, sino que vamos a salir estabilizados emocionalmente, mejores personas, más blanditas y equilibradas, y vamos a vencer esta contradicción con amor. Se crean ministerios de la felicidad o se combate una pandemia con la cultura.

El socialismo español por ejemplo es el estandarte del fofinhismo mundial, la punta de lanza del movimiento: un partido capaz de decir una cosa y su contraria el mismo día y legitimar ambas en nombre del talante. Un gobierno exclusivamente dedicado al descrédito emocional de cualquier oposición que se le plantee.

Y así la vida cotidiana se llena de ejemplos, en la política y en cualquier otro ámbito. El fofinhismo abre su manto y cae sobre todos los espíritus copando todo tipo de conversaciones. Todo es válido o inválido por estar bien o mal presentado, bien o mal emocionado. Todo el mundo rebate al vecino que quiere hacer otra cosa en la comunidad, al conductor del otro coche con el que ha discutido por una interpretación de las señales de tráfico, al que espera en la ventanilla para hacer una gestión con la administración, al padre que discrepa en la reunión del colegio, al compañero de trabajo que expone una dirección diferente de la empresa… Todo es rechazable por las formas. Y casi todo se ha convertido en forma. Fondo y forma a la vez. La tiranía de las emociones.

Algún autor habla ya de la era de la Emocracia (democracia de las emociones), aunque el camino hacia la Emodura (dictadura de las emociones) está sembrado.

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